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música tropical y del Ballet de Trinidad, con el limbo y el calipso de las islas
antillanas, abrieron en el Goyescas las ventanas a lo nuevo que venía a
instalarse en los gustos del público chileno.
AMBIENTE FAMILIAR Y PUNTO DE
ENCUENTRO
Era fácil encontrarse en la “esquina del Goyescas”, como acontecía con la
esquina de Los Gobelinos o la esquina del correo. Lugares de citas y
encuentros. Era como el decir juntémonos en el centro, para tomar té. Su
confitería, salón de té y sus fiestas artísticas están presentes en los capitalinos
de la época. El Goyescas, fue un personaje popular del centro. Todos lo
conocieron, tanto en su exterior como en su interior. Aquí se citaban artista y
a muchos se les dirigía allí la correspondencia. Los niños tuvieron sus tardes
junto a una taza de té, chocolate o una copa de helados en la Confitería del
primer piso.
Los más grandes llegaban al “Goyesquín”, bar de cacho y dominó que
funcionaba en el segundo piso, famoso por su bodeguero, el “Huaso”
Briones, popular exponente de la lucha libre en el Caupolicán, y por su menú
clásico: spaghetti y pernil con puré picante.